Recientemente ha sido recuperada por la Brigada de Patrimonio Histórico de la Policía Nacional, y entregada por su inspector jefe, Antonio Tenorio Madrona, a las autoridades eclesiásticas componiendo una una foto en mi opinión magistral y que dice mucho más que los textos que acompañan a esta imagen en multitud de medios.
Esta es la foto:
Foto de Ramón Escudero (EFE), extraída de El País |
La composición de la obra es perfecta.
A la izquierda, Antonio Tenorio en traje de faena y con el gesto adusto y serio del que ha hecho bien su trabajo, lo que no le impide mirar el códice como lo que es, una joya de la Edad Media, y así lo trata. Obsérvese la toalla blanquísima con que entrega el libro para tocarlo lo mínimo posible, y la delicadeza del gesto por la misma razón. El anillo de matrimonio que se ve en su mano da más sentido a que esa mano sea la que hace la entrega, pues es un símbolo religioso a la vista de todos.
Detrás suyo tres hombres más contemplan la escena como testigos imparciales, con cierta cara de satisfacción. Los supongo policías también de la misma brigada.
¿Y la mujer? ¿Y esa mirada? Es la misma que pondría yo si estuviese viendo con mis propios ojos el códice, mientras estaría pensando que es un libro con ochocientos años y muchas historias de personas que vivieron hace siglos. Es la mirada del apasionado por su trabajo, del que se siente satisfecho por lo que acaba de hacer junto con sus compañeros, y porque puede que nunca jamás pueda ver otra vez el manuscrito ni tan siquiera tras un cristal blindado.
El cámara, en el centro de la foto, es testigo imparcial. Representa el periodismo puro. Toma imágenes que luego las agencias emiten a todo el mundo, a todos los soportes conocidos. No es el protagonista pero está ahí, silencioso y concentrado en su trabajo, y pasa desapercibido por completo ajeno totalmente a la noticia.
Y a la derecha (casualidad) están los representantes de la Catedral donde se produjo el robo. El que recibe el libro es el arzobispo de Santiago, Julián Barro. No puede existir un momento mejor para apretar el disparador de una cámara de fotos. El gesto suficiente del que recupera lo que considera suyo y no lo es, y la mano izquierda con la que comienza a asir una de las tapas. Con los dedos ligeramente encorvados hacia adentro cual dientes de tiburón para que la presa no escape, y con esa impudicia tocando esa joya con la mano desnuda mientras el policía utiliza una toalla. Ni siquiera una mirada de agradecimiento. Para eso te pagan a final de mes, parece pensar. Yo, en mi vida laboral, he experimentado miraditas como esa y por eso las conozco.
El último personaje es el otro con alzacuellos. Es completamente ajeno a todo, excepto al que hace la fotografía. Un perro de presa que sabe bien cuál es su trabajo. Lealtad por encima de todo, incluso del honor. La mirada que dirige al objetivo es clara: estás metiendo las narices donde no te llaman, y además me estoy quedando con tu cara. Todo eso, delante de un libro que más de uno pagaría millones de euros por tenerlo, por leerlo, por escudriñar sus secretos, por estudiarlo y por sentirlo, y ni siquiera lo está mirando. Porque la lealtad a macha martillo no es sinónimo de inteligencia, ni de sensibilidad. A veces de todo lo contrario.
Por cierto, el acto de entrega que hizo Rajoy obviando a sus verdaderos protagonistas fue, como mínimo, mezquino.
De los 3 que están detrás de Tenorio, uno de ellos es el Juez Taín; y el que está al lado del arzobispo es el actual Jefe del Archivo
ResponderEliminarcierto que la composición es perfecta y el momento inolvidable. Pasará a la historia sin la menor duda
ResponderEliminarGracias por la información Anónimo, muy buen apunte. La verdad es que la mirada del Jefe del Archivo-ahora que sé quién es- es clara: me han robado en mis barbas y venís aquí a hurgar en lo que no os importa. Como si el códice fuera suyo y la responsabilidad no.
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