DESCRIPCIÓN

Tiralalira es un blog que como su propio nombre indica, trata sobre todo en general y nada en particular.
Aquí encontrarás de todo un poco: es mi cajón desastre informático que como en mi cabeza, ideas mil bullen...
Podrás ver gastronomía, deporte, ciencia, entretenimiento, denuncia, cultura, opinión y cualquier otra cosa que me llame la atención, no necesariamente por ese orden.

Por último, el nombre del blog quiere ser un reflejo de la sociedad que tenemos actualmente, en la que ante cualquier situación que no nos afecte directamente, la actitud (salvo honrosas excepciones) suele ser la de silbar mirando para otro lado. Tiralalira, tiralalira.......


sábado, 27 de abril de 2013

Rosquillas caseras (know-how)

Hace mucho, mucho tiempo, escribí aquí mesmo un post sobre las rosquillas caseras-que por cierto, es de los más visitados-.

Pero, oh amigos, sólo venía una foto del resultado. En su momento no expliqué cómo se hacen (know-how en el idioma de chéspir). Así que ahora es cuando va la buena. Esta receta es fácil a rabiar, barata y no hay ser vivo sobre la Tierra que no le guste.

Al loro y no perdáis ápice, que allá vamos:

A lo primero necesitamos los correspondientes ingredientes:

- 3 huevos de gallina
- anís (no granos de anís, anís líquido)
- 1 sobre de levadura royal
- aceite de oliva
- azúcar
- harina
- 1 vaso y un bol grande





 Con el anís las cadenas salen buenas, pero si le echáis Marie Brizard ya es la leche.

Bien, la medida de todo es el volumen que ocupan los tres huevos, tal que asín:

Fijaos en que he marcado con rotulador hasta dónde le llegan los huevos, je je je.


 Echamos los huevos al bol que tengamos, y la misma medida de los huevos le echamos de anís:

Sale un poco turbio porque aproveché un chupito inacabado que tenía en el frigo desde el día anterior


 Y la misma medida de aceite:




 Y la misma de azúcar:




Bien, todo al bol al que echamos el sobre royal.



Ahora empezamos a batir todo bien batido hasta que quede tal que de esta guisa:



¿Y la harina? Pues ahora es cuando vamos añadiendo harina a pocos a pocos, y vamos removiendo:



Seguimos añadiendo harina poco a poco y la cosa va cogiendo consistencia:



Y llega un momento en que las varillas se doblan de pura resistencia que ofrece la masa, así que utilizaremos una cuchara de acero toledano:



Ahora viene la parte delicada, que es el punto sacto de harina. Iremos añadiendo (y removiendo) hasta que la masa quiera empezar a despegarse de las paredes del bol y verteremos la masa al mármol, previamente enharinado. Es una masa pegajosa y muy dúctil, habrá que manejarla con las manos bien enharinadas.



Y empieza la orgía rosquística, iremos cogiendo pedacitos de masa y formaremos las rosquillas, que dejaremos sobre papel de horno para que no se apeguen.



Y preparamos una auténtica PISCINA de aceite. Esto es necesario pues al freír las rosquillas éstas no deben tocar el fondo de la sartén, pues si no se quemarían. Si tenéis una freidora mejor que mejor.




Preparamos la cadena de montaje en la que destaca la bandeja llena de azúcar que veis. Pues tiene truqui.




A freír se ha dicho. Observad que al dejar las rosquillas sobre el aceite se van al fondo, pero enseguida suben y flotan. Deben hacerse a fuego medio



Y cuando estén por un lado, se les da la vuelta:



Ijjjjjjssssss. Se me han dorado un poco. Las bien hechas de verdad salen sin dorar, por eso es importante regular el fuego a la temperatura exacta, y también el tamaño de la rosquilla influye pues una rosquilla más pequeña se hace en menos tiempo y recibe menos calor. Y si la rosquilla es demasiado gruesa, corremos peligro de que no se cocine bien por dentro.

Bien, ahora viene el truqui del almendruqui. Cuando saquemos las rosquillas debemos echarlas a una bandeja repleta de azúcar para que se pegue bien. Es muy importante hacer esto con las rosquillas muy calientes, pues en frío no se pega el azúcar y saldrán sosas. Sí, nos quemaremos un poquito los dedos.



Y así, con todas las rosquillas que nos salgan. Que vive Dios, no son escasas. Conforme vamos rebozando en azúcar unas, se van friendo otras y hay que darles vuelta en la sartén. En un no parar.




Y por fin, el resultado ya mítico:



Por DIOS!!!! Estas rosquillas no se consiguen por ahí ni pagando mucho dinero, ni en textura ni en sabor. Receta 100% casera a tope de toda la vida.

Por la mañanita del domingo, con una copita de anís, y ya pueden venir los almogávares que os va a dar igual. Podéis morir con la conciencia tranquila de haberlo hecho todo en esta vida.


sábado, 13 de abril de 2013

Vendrás a contarme tus miserias...y me cago en el amor

Ya será demasiado tarde, no sólo para ti, lo será para todos.

Cuando tu hijo quede lisiado por no haber sido diagnosticado a tiempo
Cuando tengas que malvender lo que tanto tiempo te ha costado conseguir
Cuando tu jefe te apriete las clavijas y tengas que tragar con lágrimas en los ojos
Cuando te quedes en paro y no sepas ya a quién contar tus penas
Cuando veas que has trabajado como un mulo toda tu vida y no tienes nada sino deudas
Cuando ya no puedas pagarles los estudios a tus hijos y les condenes a la servidumbre
Cuando recurras a tus padres, ancianos ya, suplicando limosna y no puedas mirarles a la cara
Cuando todos tus motivos junto con tu altanería se hayan ido y te quede sólo la realidad

Entonces vendrás a contarme tus miserias.

Pero yo no seré como tú fuiste conmigo porque yo no te despreciaré. No te miraré por encima del hombro ni pensaré que eres un desgraciado. No me reiré de tí por soñar un mundo distinto. No te abandonaré a tu suerte ni proclamaré a los cuatro vientos tus ideas mofándome de ellas.

Porque en ti te reconozco a mí. Porque a pesar de todo eres mi amigo y eres mi hermano. Porque por encima de todo nos tenemos los unos a los otros y eso es lo que de verdad importa. Porque de verdad creo, ingenuamente, que todos somos iguales.

Pero ya será demasiado tarde. Y la misericordia no te salvará porque yo estaré igual que tú, ya seremos iguales, pero por debajo. Te hundirás y yo contigo. Nos habrás ahogado a los dos; moriremos como el socorrista que es aferrado por el nadador inconsciente que piensa que la fuerte resaca no lo llevará al fondo.

Me cago en el amor.