En fechas recientes he visitado el Museo de la Evolución Humana en Burgos, asimismo de muy reciente apertura.
Como su propio nombre indica, es una exposición sobre el recorrido que ha hecho el ser humano desde los primeros vestigios conocidos hasta la actualidad. Pero con la particularidad de demostrarlo, y qué mejor para ello que el muy cercano -y mundialmente conocido- yacimiento de Atapuerca.
Gracias a la construcción de un ferrocarril por parte de una compañía inglesa (snif, siempre igual) se tuvo que horadar un cañón en roca viva que dejó al descubierto una de las mayores y mejores colecciones de fósiles de homínidos del mundo, y de la cual se nutre el museo.
La entrada ya es espectacular
Está al lado mismo del Arlanzón, y muy cerca del centro de la ciudad, por lo que lo recomendable es aparcar ahí y luego ir andando atravesando el río por uno de los muchos puentes al efecto.
Triptico que dan a la entrada |
El museo consta de cuatro plantas de las cuales sólo llegué a ver dos de ellas, pues no disponía más que de tres horas, así que debo otra visita al lugar.
En la planta -1 está la exposición acerca de la Sierra de Atapuerca y la evolución humana, y ahí "se muestran el medio físico, el desarrollo del sistema cavernario, y los sitios existentes a cielo abierto". O sea fósiles, el verdadero corazón del museo. Entre otros, hay dos estancias específicas que son las más interesantes, las dedicadas a La Sima de los Huesos y a la Trinchera del Ferrocarril. Al entrar, observamos sobrecogidos fósiles de animales como el tigre dientes de sable (sí, de esos también había por aquí), y los no menos increíbles restos "humanos", como una pelvis completa -una de las joyas del museo-, y un cráneo de Homo Heidelbergensis, que parece mirarnos desde hace 500.000 años.
La planta 0 está dedicada a la evolución en términos biológicos: cómo es posible que a partir de células que flotaban en el mar, se haya llegado a la especie dominante sobre la Tierra. La lucha por la supervivencia -Darwin-, y nuestro espectacular sistema nervioso -Ramón y Cajal- han hecho que seamos lo que somos.
Y buena muestra de ello son las esculturas a tamaño natural de los distintos tipos de homínidos que nos precedieron, algunas tan reales que parece que van a bajarse del pedestal y atizarnos un buen cachiporrazo.
Y las plantas 1 y 2 no tuve tiempo de verlas, por lo cual las pospongo para otra ocasión en que me acerque a la tierra que vio nacer al Cid.
Burgos, como candidata a Capital Cultural Europea 2016, no sólo ofrece museos de muy alta calidad como el que he descrito, sino además otro tipo de cultura no menos importante, o sea la gastronómica.
Como en cualquier sitio hay que dejarse aconsejar por el nativo aborigen, nos dirigimos a un restaurante que a mí con sólo oír el nombre ya pensé que nos iban a meter una clavada espectacular, el Ojeda.
En estos sitios lo que hay que hacer es pedir el plato típico, o sea, lechazo al horno. Y de primero algo ligerito, unas buenas alubias con su correspondiente morcilla de Burgos. Dieta mediterránea en suma.
La verdad es que las alubias eran mejorables, pero el cordero...¡ay! qué cordero. Juro ante Stephen Hawking que no me he comido un cordero de mejor calidad y mejor cocinado en mi vida.
En horno de leña como debe ser, y en vasija de barro para mantener el calor.
He de decir que no fue clavada sino que pagamos su precio, que es no es poco. En suma, totalmente recomendable, mucho más que muchos sitios aunque pagues la mitad.
Comimos en una terraza con unas vistas como éstas:
Que es la Casa del Cordón, o el palacio de los Condestables de Castilla, donde los Reyes Católicos reciben a Colón tras su segundo viaje a América.
Y cómo no, ya que estamos aquí, fuimos a ver una de las mejores catedrales de la Cristiandad (sí, confieso, esto lo he cogido de "El Nombre de la Rosa", uno de cuyos protagonistas es de Burgos); la Catedral con mayúsculas.
Desde estos pináculos, ochocientos años os contemplan. Ochocientos años, y ochocientas cervezas, a juzgar por el magnífico ambiente que había el sábado por la tarde al abrigo de sus soportales.
Resumiendo, visita cultural-gastronómica-recreativa redonda. Ideal para un sábado que no se sabe ande recostarse y para los que gusten de ensanchar cuerpo y mente.
Tendremos que visitarlo. Me han comentado que no hay que perderse el lechón en Casa César en Quintanadueñas, que esta al lado de Burgos. Uno de esos pueblos pequeños que solamente los lugareños conocen.
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