Para no variar, como bien dice el título sus voy a deleitar con otra vianda magnífica, gracias al guguel materno que en caso de duda no hay como marcar teléfono y te saca de todas las dudas. Se trata de nada menos que de un (1) calamar en su tinta.
Sí, un solo calamar pero de CUATRO KILOS. Cuando lo he visto, por un momento he pensado que estaba ante un kraken. Pero no, me encontraba ante un excelente ejemplar de calamar de pescadería.
En fin, que siguiendo el guión del post de antes, vamos a empezar por el empiece.
A lo primero, lo que necesitamos es un buen surtido de cuchillos de acero toledano, bien afilados.
Con esto en la mano, no hay cefalópodo que se nos resista. Bien, lo primero que hay que hacer es limpiar bien el calamar pues vienen más bien guarros...Ondiá, si resulta que lo han limpiado en la pescadería. Hasta me han separado la bolsita de la tinta. Pues mejor, un baño de agua y a correr.
La verdad es que el bicho era de un tamaño espectacular, no sé si se ve bien aquí pero el cuerpo medía sus buenos sesenta centímetros, y si añadimos los tentáculos la cosa ya es de órdago.
La foto engaña un poco, pero el calamar está encima de la tabla saliendo lo que veis, y termina donde empiezan los tentáculos. Lo dicho, un animal tremendo, a juzgar por el tamaño de las ventosas (que casi agarraban, oyes).
Bueno, pues nos hemos ahorrado mucho tiempo gracias a nuestro buen amigo el pescatero, así que manos a la obra. Trocearemos bien troceado en cuadros de 2.5x2.5 cm o así, de esta guisa:
Esta es la mitad inferior del calamar, y como veis he separado un trocito con el tamaño correcto para que veáis el tamaño.
Seguidamente, partiremos cebolla y ajo en las cantidades que veis (acordarsen, el kraken este pesaba cuatro kilos). Y tendremos ya preparado tomate casero a ser posible.
Y una vez todo bien troceado, se mete todo a la olla (esa gran desconocida de nuestro hogar) quedando todo de esta guisa. Se añade un chorrito de aceite de oliva virgen extra -el bicho en cuestión lo exige-para dar el sabor que merece, y el tomate frito casero.
Y ahora viene la parte gore del asunto, que no es otra que es coger la bolsita de la tinta propia del calamar, ponerla encima de un colador y apretujar bien para que salga el líquido elemento, negro como el betún.
Para los que no se han dado cuén, esta bolsita no es sino una glándula propia del calamar que habrá que extraer por vía quirúrgica y con mucho cuidado, pues si la rompemos se arma un cristo del coplero, aunque en este caso nuestro pescatero tuvo la gentileza de ahorrarnos el paso.
Bien, pues lo dicho, a apretujar con una cuchara...
Ya veis que la tinta es más negra que los cojones de un grillo...
Hijo mío, no te hurgues la nariz que vas a sacar petróleo!!!! |
Cuando acabemos, removemos todo bien y se quedará más o menos así:
Yo añadí un chorro bueno de agua, para que no se agarrase el tema. Hay que tener en cuenta que el calamar suelta mucha agua y la cebolla también, pero el miedo guarda la viña.
Cerramos la olla y lo tenemos media hora al fuego, dejamos que baje la válvula y al abrir...ajá, efectivamente había echado demasiada agua. Esto parece una piscina, así que tenemos dos opciones para engordar la salsa: hervimos durante media hora o añadimos maizena, cosa que desaconsejo totalmente aunque el resultado sea inmediato.
Así que ponemos a hervir la olla removiendo constantemente para evitar agarrones que además saben como el demonio...
Y vamos comprobando la textura hasta que sea la misma que el chapapote del Prestige, con el mismo color y todo, tal que así:
Estaban de diez, tiernos y con la salsa muy ligada, como debe ser. Ah, y aquí también se cumple eso del capítulo catorceno, el que come morcilla caga moreno.
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