Cosas de niños

El otro día estuve viendo jugar a unos niños en unos columpios. Todos iban de un lado para otro, a los toboganes, al balancín, al laberinto...en una especie de coreografía difusa que sin embargo funcionaba. Todos jugaban a todo y ninguno parecía descontento, mientras los padres estaban sentados en unos bancos mirando cómo disfrutaban los chiquillos.
En un momento dado, uno de los nenes se desmontó del tobogán y quiso irse a un columpio, que fue visto por otro niño a la vez, de forma que al llegar ambos hubo una pequeña gresca entre ellos, que resolvió un padre con muy buen criterio dejando pasar a uno de ellos y hacer que el otro esperase, con la consiguiente, inevitable y necesaria -por edificante- llantina. Al cabo de un ratito, hizo bajarse al otro y el que había esperado se montó otro rato. Así, ambos niños quedaron contentos y pudo solucionarse el tema. Con autoridad, organización y visión constructiva.

El otro día vi a unos brokers en la bolsa española. Todos iban de un lado para otro, a los monitores, al parqué, a los teléfonos...en una especie de coreografía difusa que sin embargo funcionaba. Todos compraban y vendían a todo y ninguno parecía descontento, mientras los inversores estaban sentados en sus casas mirando cómo disfrutaban los tiburones.
En un momento dado, uno de los brokers vendió una acción de Telefónica y quiso comprar una de Bankia, que fue vista por miles de brokers a la vez, de forma que al llegar todos hubo una pequeña gresca entre ellos, que resolvió un sistema especulativo con muy buen criterio dejando que el tiburón mayor (BlackRock, e incluso Goirigolzarri) mordiese un gran pedazo de carne y hacer que los otros desesperasen, con la consiguiente, inevitable y necesaria-por cojones- subida del 23% de las acciones en un solo día. Al cabo de un ratito, las migajas que quedaron fueron compradas por los brokers menos avispados y Bankia está estabilizada. Con autoridad, organización y en cuanto otra presa esté disponible-pequeños inversores incautos-nos la comeremos viva.

Mientras y en ambos casos, los demás asistimos al espectáculo como invitados de piedra con una media sonrisa, entre pensando que son cosas de niños o pensando que nos toman por gilipollas con rescates milmillonarios mientras vemos esto. Y en ambos casos tienen razón.